El racismo está en auge. En nuestros cuestionarios en institutos la preocupación entre las personas jóvenes por este tema aparece por encima de la preocupación por otros similares como la lgtbfobia. 

Una de las cosas que desarrollan los movimientos de extrema derecha, y que suele pasar desapercibida, es el trabajo de ideologización de las personas más jóvenes. 

Las Juventudes Hitlerianas se constituyeron a partir de la organización juvenil del partido Nazi, a principios de los años veinte del siglo pasado. Sus miembros eran jóvenes de 14 a 18 años. Adolescentes que encontraban sentido a su vida dentro de esta organización. De ella surgieron las SS, responsable del mayor genocidio conocido de la humanidad en Europa. Es decir, los adolescentes ideologizados en los años veinte y treinta del siglo pasado, fueron los oficiales que cometieron las más salvajes atrocidades contra millones de seres humanos entre finales de los años 30 y el final de la segunda guerra mundial.

Y es que ideologizar adolescentes es algo muy sencillo. Hasta llegar a esta etapa de la vida el cerebro no se encuentra lo suficientemente preparado, pero al inicio de la misma es cuando la persona desarrolla el pensamiento lógico abstracto. Es el que permite al ser humano interpretar lo que pasa a su alrededor y pensar cómo cambiarlo, es decir, le permite tener ideas propias, que si se refieren al conjunto de la sociedad, su funcionamiento, y las posibilidades de cambio mediante nuestras acciones personales, se llama ideología. Una persona adolescente tiene la necesidad de interpretar el mundo que ahora percibe en interacción directa y no a través del tamiz protector de su familia. Necesita encontrar sentido a lo que pasa a su alrededor, y necesita tener la esperanza de que todo puede ser mejor. En nuestra sociedad se ha desarrollado un sutil, pero exitoso, sistema de castración de las inquietudes que puede desarrollar lo que acabo de explicar. Se aplaca la ansiedad que puede generar esta necesidad de explicaciones y de búsqueda de alternativas con una píldora eficaz: la del consumo. De bienes materiales (ropa y complementos, comida anunciada por medios…), de sustancias que relajan la mente (derivados del hachís, por ejemplo), o de productos digitales que facilitan a la persona habituarse a un cómodo individualismo (juegos de realidad virtual en sus diversos formatos de pantallas…)

Triunfa la ideología del «no te preocupes, no pienses, no reflexiones y déjate llevar: Serás feliz». Esto castra la capacidad de la ciudadanía de convertirse en agentes sociales críticos, activos en una lucha por mejorar nuestra sociedad. Es decir, evita la existencia de una juventud reivindicativa, transformadora, comprometida socialmente… Pero también facilita una segunda ideologización sobre la base de ésta. Manipular a personas ideologizadas en la comodidad de no cuestionarse nada, de dejarse llevar, es tremendamente fácil.

Pero en la adolescencia hay otra necesidad humana que aparece de manera acuciante. La familia ya no aporta suficiente seguridad a la persona adolescente, y ésta la busca en su pertenencia a un grupo social. Puede servir el grupo de iguales con el que se comparte el mismo consumo alienante que ideologiza de base. Pero si se trata de un grupo organizado (mucho más si se trata de una estructura a gran escala) la seguridad que aporta es mucho mayor. Si esta estructura encaja bien con el sustrato ideológico básico que impera en nuestra sociedad («no pienses, no reflexiones y déjate llevar»), la adscripción a la misma está asegurada. Lo de menos es el contenido ideológico secundario que caracterice a este grupo social, o lo que esto lleve consigo. Sencillamente da mucha seguridad al adolescente, que se siente protegido al sentirse integrado en una estructura social que da sentido a su vida.

Esta facilidad de ideologización de la población adolescentes llevó al genocidio nazi, y ha llevado, y lleva, a que jóvenes de todo el mundo comiencen a sentir atracción por estos grupos.

Con esta facilidad se produce la adscripción, en la adolescencia, a cualquier tipo de valores, a cualquiera. 

En Alemania aprendieron la lección tras la segunda guerra mundial. Tras esta, y durante décadas, la mitad de la población adolescente alemana pasaba esta etapa de su vida, en el tiempo libre, vinculados a algún centro, club, asociación juvenil de su barrio. Allí pasaban la mayoría de su tiempo libre, haciendo actividades con monitores contratados por la organización a la que pertenece el centro, subvencionados por las administraciones públicas que, también, facilitan que estas entidades cuenten con locales e infraestructuras propios. Todas estas estructuras organizativas tienen (podéis comprobarlo entrando en sus páginas web) un programa de educación política. Si en Alemania se utilizaba el tiempo libre para adoctrinar a la ciudadanía adolescente en valores democráticos, de compromiso social, de respeto y tolerancia hacia las otras personas y de lucha por el medioambiente. Es decir, para ideologizar las nuevas generaciones y que no volviese a repetirse la tragedia nazi; inculcando valores incompatibles con ideologías intolerantes y violentas, valores que son capaces de dar sentido a la vida y facilitar la integración en un grupo humano que aporta seguridad personal a partir del compromiso con la mejora social.

En España sólo hay una organización que recibe gran cantidad de dinero de la administración pública para tener locales, infraestructura y personal contratado que adoctrine a la población: la Iglesia Católica. Presumo improbable el adoctrinamiento masivo de adolescentes, por parte de ésta, en los valores en los que se ideologiza en Alemania. Es imposible que lo haga con la población musulmana, con la no católica en general, por cierto ya mayoritaria entre la juventud.

Lamentablemente ningún poder público va a facilitar recursos para que otras entidades tengan los mismo recursos que la Iglesia Católica y se ideologice a la adolescencia, sin rubor sí, se adoctrine, en contra del fanatismo, la violencia, la intolerancia, la barbarie.No va a haber ideologización en ese sentido. Los políticos ahora son conservadores mayoritariamente (militen en el partido que militen). Para los conservadores hay un principio básico de acción política: para gobernar es necesario no ser radical ni parecerlo. Ideologizar a los-as adolescentes (es decir inculcar valores) para formar ciudadanía comprometida socialmente, que luchen por una mayor justicia social, una mayor igualdad, en la defensa de los derechos humanos, en la defensa de la naturaleza, y que sea responsable socialmente en el respeto hacia el resto de seres humanos, las generaciones futuras y el resto de seres vivos del planeta… todo esto es ser radical. Algo que el Estado y las administraciones públicas no deben hacer según la ideología conservadora imperante. No hay problema en que lo haga la Iglesia Católica (Y si lo hace debe tener derecho a hacerlo cualquier otra confesión religiosa con el mismo apoyo, ¿No?). Tampoco hay problema en que lo hagan los poderes económicos a través de los medios de comunicación de masas. Pero si el Estado quiere implantar una asignatura que se llama educación para la ciudadanía, eso está mal. Si un ayuntamiento monta centros de educación en el tiempo libre para educar en valores «está politizando a los jóvenes».

Hay que recordar que la izquierda política perdió el norte ideológico hace décadas. Toda la izquierda. Lo hizo desde el momento en que renunció a la tarea educadora ideológica que durante más de un siglo había realizado con las clases más humildes, con la mayoría de la población. Mediante un engañoso argumento de defensa de la libertad ideológica, renunció a lo más difícil de la tarea política, que no es gestionar dinero a mansalva cuando estás en el poder y esperar, cuando pasas a la oposición, a que te llegue de nuevo  el turno de mandar. Renunció a que la población tuviera ideología. Ese ingenuo respeto a que cada individuo decida si quiere tenerla o no, o a cuál desea adherirse, fue una puerta abierta a que se ideologizara a la sociedad sólo en un sentido. En medio siglo, España (también Europa aunque con diferencias importantes) ha pasado a tener una inmensamente mayoritaria población consumista e irrespetuosa con el medio ambiente, individualista, insolidaria, y cada vez más intolerante… Nada debe extrañarnos.